quinta-feira, 9 de abril de 2020

Este pinche desmadre del coronavirus

Hace unas tres semanas, cuando el confinamiento y distanciamiento social en la Ciudad de México ya había comenzado, un amigo andaba por mi casa para guardar un coche de otro amigo y nos pusimos a platicar en un balconcito viendo a la calle. Estábamos hablando de como afectaba a nuestros trabajos la pandemia del coronavirus, y en un momento él mencionó algo así como "''ora que acabe este pinche desmadre", y señaló la calle vacía. Inmediatamente reconocimos lo chistoso de la nomenclatura y nos pusimos a reír, y a continuar el chiste, hablando de "este pinche caos", "este relajo", etc.

Es realmente revelador lo errada que es nuestra noción de normalidad, en esta era del capitalismo tardío. La paz que se siente en la Ciudad de México, la grandísima Tenochtitlán, es probablemente algo que no se había sentido en siglos. Hay una calma muy generosa en estos momentos, un lado extremadamente suave de la crisis. Consciente de que se me puede malinterpretar como necrófilo en el sentido de Fromm, hago aquí el señalamiento de que no celebró ni los muertos, ni el sufrimiento , ni el impresionante estrés al que están sometidos los médicos en este momento.

Pero si celebro la paz y la calma. Como todas las crisis serias, estamos frente a una oportunidad de renovación y sanación social como pocas veces se han presentado, y observo que la sensación está más o menos presente en varias personas. También están quienes le tienen miedo al cambio y a la disrupción, y nos encomian a reconstruir la anterior normalidad en este momento. Es entendible. La libertad da vértigo, el cambio asusta y el paradigma cultural de la producción capitalista es estimulante para muchos. Sin embargo, aun dentro de estos paradigmas, podemos reconocer como en nuestras megalópolis la vida normal es peor que insana: es anti-vida. Por otro lado hay quienes celebran el control totalitario que una pandemia global permite, pero ese será tema de otro blog.

La normalidad en la México Tenochtitlán es un flujo turbulento y violento de millones de humanos desplazandose entre extremos del área urbanizada del Valle de México. La gente se mueve en una red marginalmente funcional de transporte público y millones de automoviles privados, donde una gran mayoría tiene que verterse en las arterias de la Ciudad a las mismas horas, las horas de la movilización del Godinato, el actual proletariado oficinista urbano. Esto es una carga en su mayoría innecesaria tanto para cada uno de los urbanitas involucrados como para la ciudad en colectivo: vivimos en una era donde una gran parte del trabajo puede ser resuelta de forma no presencial. La gente puede llegar a invertir cuatro horas diarias atoradas en el tráfico: un desperdicio de horas-laborales para cualquier capitalista, pero, más grave aun, un desperdicio de horas-libertad, horas-pasatiempo, horas-familia, horas-ocio...
Si la producción capitalista fuera realmente racional, como pretende ser (La Mano Invisible del Mercado, juar juar), estos procesos se habrían eficientado hace mucho. Esto no ha pasado por las razones "razonables" de siempre: el esfuerzo inicial no aporta ganancia, aunque los beneficios posteriores serían inmensos.

¿Podemos acaso replantear la movilidad en México en esta crisis? Yo optimistamente creo que sí. Podría ser un gran momento para que varias oficinas, públicas y privadas, cambien sus esquemas de labor prescencial  y a distancia, la rigidez de sus horarios, y la facilidad que se les da a sus Godinez para movilizarse hacia las sedes laborales. Inclusive mucha gente encuentra insano sus ambientes laborales. Tal vez suficientes horas de trabajo en solitario ayuden a estos seres.

Por otra parte también podría ser un momento para replantear los peseros, microbuses y otros curiosos transportes humanos. La renovación de flotas y establecimiento de paradas fijas se puede hacer en este momento. Incluso, si el confinamiento durara de medio año a un año como algunos estimados sugieren, podríamos construir redes de tranvía otra vez... como una verdadera ciudad moderna. No hay muchos coches estorbando en este momento.

En tercer lugar, mi favorito: es momento de que aquellos que le tienen miedo al tráfico o a la contaminación aprendan a moverse en bicicleta. La ciudad esta calmada y el aire increiblemente limpio. Para aquellos que no tengan que salir de casa estos dias, pueden tomarlo como esparcimiento. Si son de aquellos que creen en el distanciamiento social, es una actividad sana que puede disfrutarse en solitario y que los ayuda a no sentirse encerrados. Para aquellos que aun estén desplazandose a sus labores, puede ser un primer experimento. Cada converso que se gane, aporta mucho a que la movilidad de la Ciudad cambie, dado que el tráfico es un fenómeno donde cada auto más interactua con todos los demas, siendo su aporte mucho más grave al efecto total que si fuera meramente lineal.

Me gustaría que "este pinche desmadre" de la falta de trafico se quedara. Sería maravilloso que eso no volviera a la  normalidad.

(Este es un ejemplo de muchas actitudes que hemos convertido en normales por repetición, pero son patológicas. Lo uso porque a mi en particular me afecta, pero es parte del fenómeno de lo despiadado de las condiciones sociales y laborales del capitalismo tardio. )

Nenhum comentário:

Postar um comentário