segunda-feira, 26 de agosto de 2019

Odio a la UNAM, parte I.

Amaba a la UNAM, tanto como uno puede amar a una entidad formal, de una forma no humana. Era hasta hace un par de años un puma hasta el tuétano. 
Lo que ahora siento es furia, odio y asco.

Debo decir que a mi personalmente la UNAM nunca me ha agraviado, ni ha mostrado sus peores caras directamente de frente a mí. Lo ha hecho contra otros humanos que no merecen la violencia que se ha ejercido contra ellos. En particular, este artículo lo escribo movido por el odio que en mí ha levantado lo que la UNAM le hizo a una persona muy cercana a mí, y enardecido por tantas otras historias similares que delatan una corrupción profunda y, tal vez, insuperable en esta encarnación.

Es tal vez muy terrible pasar de ese amor a este odio, pero también es iluminante. Hace una década, a principios de mi posgrado, ser estudiante de la UNAM me hinchaba, no de orgullo, sino de auténtica felicidad, de plenitud me atrevo a decir. Mis amigos que estudiaban en universidades privadas eran constantemente sermoneados con todas las historias de los maravillosos privilegios que teníamos como pumas, los cursos extracurriculares, los deportes, los espacios, la maravillosa relación con los investigadores y profesores, el maravilloso caldo de cultivo ideológico formado por un espectro poblacional mucho mas transversal que el de las universidades privadas, y muchos otros. Por supuesto, reconocíamos que no todo era perfecto, la negligencia de los administrativos, la flojera infinita de los intendentes, la insolencia de los sindicalizados... de repente escuchábamos las historias de un profesor corrupto "en otra facultad" que sólo te daba calificación aprobatoria si lo sobornabas y que era "intocable". Lo reconocíamos como algo real, pero, como una excepción en una entidad que era benigna y magnánima en su bondad. Oh, diablos, que equivocados estába...

La excepción era el trato superficial que teníamos con la institución, que nos permitía acceder básicamente sólo a lo bueno y que convenientemente mantenía oculto lo corrupto del interior. Esto no es decir que todo miembro de la UNAM sea corrupto. Creo que es una minoría de personas las que lo son. Desgraciadamente esa minoría es la que tiene el poder en la UNAM, y por lo tanto, la UNAM es corrupta, dado que los honestos están en buena medida excluidos o subrepresentados en el ejercicio del verdadero poder.

Voy a repetir esto varias veces.
La UNAM es escencialmente corrupta. Y hay datos que permiten inferir que esto es peor mientras más poder tiene. Seguramente debe de haber una correlación entre esta corrupción y el degenere generalizado de todas las instituciones públicas en México, especialmente en los últimos sexenios.

La evidencia se ha acumulado en los periódicos y en mi alma: la UNAM protege a sus elementos corruptos. La UNAM prefiere defender a los criminales que a las victimas. La UNAM se sostiene con trabajo esclavo de los profesores de asignatura. La UNAM se hace pendeja de la corrupción en sus equipos deportivos. La UNAM tolera  (¿solapa? ¿fomenta?) la infinita corrupción dentro del STUNAM.

Y, además, ahora abraza el fascismo y la carcelización arquitectónica de sus espacios.

Oh, Diablos... por el bien de la UNAM, por el bien de la educación pública, debemos destruir a esta versión de la UNAM, y refundarla. No creo que la institución en este momento sea rescatable sin que penalicemos, carcelariamente, a varios de sus elementos más poderosos. Y eso, en este momento, sería como proceder penalmente con éxito contra la Cámara de Senadores en México. Es decir, no lo veo factible a corto plazo.

Pero hay que empezar aunque sea por tirar la primera piedra.

En estas próximas entradas contaré la historia que me tiene tan enfurecido, anonimizando en lo posible a los actores  y fuentes, puesto creo que todos estamos en peligro al hablar de estas cosas. Mi intención será demostrar como la UNAM se alió, como institución, con criminales académicos, en lugar de proteger a las víctimas de estos criminales. Además de eso, trataré de salpicar esto con otras historias de las que tengo algo de información que parecen indicar que hay un proceder sistemático que apunta en esta dirección. Si me da el tiempo, también añadiré otras historias similares que muestran otras formas de corrupción en la universidad y, finalmente y para que sepan que no es algo que sólo ocurre en México, mostraré otro par de historias de otras universidades en el primer mundo que parecen incurrir en prácticas similares.

Espero causar enojo en ustedes. Espero que podamos hacer algo creativo con ese enojo.

Por mi raza hablará el Espíritu.